domingo, enero 07, 2007


¡Bang! ¡Bang!
Los disparos despertaron a los militares portugueses. Cargaron sus fusiles y salieron al puerto, dejándoles solos a los presos en la cárcel. Y con la luz de la luna llena trataron de seguir a donde se escuchaban. Un pirata se columpiaba de las estachas de galeones lusitanos. Tenía cabellos chinos, un mazo, una cruz de madera colgada del cuello y números romanos tatuados al hombro derecho, dos, nueve, y ochenta y siete. Los militares le seguían, pero era muy rápido.
En la cárcel nadie se inmutaba. Sólo una chica se asomaba entre los barrotes de la ventana. Pero unas voces distrajeron su atención.
— Capi, que esto no es una bodega, es una cárcel.
— Coño, pues Chas habrá de alargar la distracción… Deja asomo que igual algo os sirve.
— Si capi.
El Capitán Boquerones comenzó a husmear entre las cosas de los militares. Nada era útil, basura, papeles en portugués, las llaves de las celdas y un pan a medio comer, cuando la escuchó.
— ¿Vosotros sois piratas?
Boquerones volteó asombrado. Tenía el cabello rizado, esponjado y rojizo, ojos oscuros y un vestido sucio que la revelaba como gitana. Además, hablaba español. Boquerones se sonrojó, pero no tardó en recobrar la compostura.
—Eh, si. Soy el Capitán Bb-boquerones, de la Castellana.
— ¿La Castellana? ¿Sois los famosos piratas españoles que roban en nombre de Dios?
—Pues si. Que luchamos por la madre patria.
— Ah, pues yo siempre quise ser pirata.
Boquerones no sabía que hacer… Cualquier buen pirata hubiera liberado a la bella joven y llevádosela a su barco, emborrachándola y tal vez propasándose. Pero Boquerones sintió algo que no sabía que un pirata podía sentir.
—Pues que bien. Bueno, ¡hasta nunca! —Boquerones había cometido una de las tonterías más grandes que habría de cometer, pero se dio cuenta a tiempo. Regresó, tomó las llaves y se las arrojó.
— ¿Cuál es su nombre?
— Me dicen Lula en estas tierras.
— Pues os veremos pronto, Lula.

Boquerones salió corriendo, pues sabía que los militares no tardarían en regresar. Barba-jan cargaba un costal de buen Oporto y subía a la balsa.
— Barba Larga, Piccolino y Maderahueca han llevado más provisiones, solo falta el Chas.
— Ese no me preocupa, que se sabe defender solo.
Y efectivamente, cuando la balsa llegaba a la Castellana Chas ya había llegado a nado. Otra balsa de los portugueses llegaba a disparar contra la Castellana, pero Chas simplemente se las volteó al izarse con una estacha.
—Ostia, estos tíos son fáciles eh. Hemos de asaltar Oporto más seguido.
La tripulación alegremente festejo bebiendo, pues como decía Barba-jan, no había nada que hacer al día siguiente, ni nada por que no hacerlo. Las provisiones les alcanzarían hasta el nuevo mundo, si ellos quisieran. Pero el destino era otro. Habrían de bajar al continente Africano, donde uno de los tesoros más codiciados les esperaba. Izaron las velas y Boquerones tomo el timonel. Iñaki voló cargando una brújula y se la entregó a su Capitán. Aunque seguía de noche, la luz de la luna les serviría para alejarse cuanto antes, por eso de que les fueran a seguir, y descansarían al otro día.

Y cuando descansaron, el sueño fue intranquilo. Barba Larga se levanto varias veces al baño, y Euclides Pinolargo no dejaba de roncar. Boquerones soñaba que buscaba una gitana, pero que la perdía cada que la alcanzaba. Todo hasta que la campana de cubierta sonó.
Algunos se levantaron a ver que sucedía. Manoletuerto decía haber visto a alguien. Buscaron un poco pero no encontraron nada.

A los días siguientes todo fue normal. Los pajes fregaban la borda al son de una tonada que decía:
"¿Qué me das si te toco una teta?
¿Qué me das si te toco las dos?
¿Qué me das si te toco el conejo?
Que será mucho mejor".
Los oficiales repasaban el mapa y Chas se servía algo de ron. Boquerones se sentaba al lado dellos a ver que comentaban.
—Capi, que le contábamos al Chas la historia de José López Cotillas.
—Ah, pero que buenos tiempos.
— ¿Buenos tiempos? —Preguntaba Chas. Chas fue reclutado hasta Palos, pero era de los de confianza.
—Claro—Afirmaba con la cabeza Barba Larga. —Era un gran amigo nuestro. Era como un hermano mayor.
—Era el caballero más osado de los cuatro. El empezó con la idea de ser piratas, y hasta sabía navegar mejor. Hubiera sido el Capitán Cotillas en vez de mí. —Contaba melancólico Boquerones. Chas podía ver en sus expresiones que realmente era un colega, y no pudo contenerse a preguntar que le sucedió.
—Un día de marcha en la borrachera decidió partir a por un barco, le bautizaría el Dragón Negro y regresaría a reclutarnos. Con el tiempo, obtuvimos noticia de que consiguió el barco, pero que fue atrapado y asesinado por otros piratas franceses…—Barba-jan no terminaba de decir esto cuando una botella se rompía atrás de ellos. Los cuatro voltearon y nadie parecía estar ahí. Desenfundaron de inmediato y asomaron.
Buscaron un poco hasta que Chas vio movimiento en una caja. Cargaron sus fusiles y Chas la abrió. Una gitana de cabellos rojizos y rizados estaba escondida en ella.
— ¡Polizonta! — Gritaba Chas. La tripulación de inmediato se acercó a ver.
— ¿¡Lula!? ¿Pero que hacéis aquí? —Boquerones no podía olvidar aquellos ojos, y ahora aparecía de contrabando en su propio barco.
— ¿Que vos la conocéis?
— La liberé de su celda en Oporto, pero nunca pensé que nos seguiría.
—Capitán— Decía Lula. —Que le he dicho que quería ser pirata, y no podía desperdiciar la oportunidad. Y puedo demostrar ser más vil que cualquiera de vosotros.
Boquerones no sabía que hacer. La tripulación estaba muy alterada, y no sobraban las faltadas. El castigo de cualquier polizonte sería andar por la plancha y quedar a la merced de Poseidón. Pero era una chica, y algo impedía a Boquerones de simplemente forzarla a hacerlo.
— ¡Polizonta! ¡Polizonta! ¡Polizonta! —Gritaba la tripulación.
—Capi, que la polizonta debe saltar por la borda, como el código bien dice. — Barba Larga había notado a Boquerones algo extraño, pero su deber como oficial era recordarle sus obligaciones.
—Tengo algo que les puede servir.
— ¿Y que nos puede servir? —Preguntaba Boquerones— Que a nosotros solo pocos servicios vuestros nos servirían—Boquerones ya recobraba la compostura de capitán. —¡Traed la plancha!
La tripulación se emocionó y abrió paso. Felipe de Alicante y Emilio Fipote la tomaron de los brazos y la arrastraron a la plancha.
—Ahora, que el código no le indica, pero habíamos quedado que de ser mujer, sería tirada desnuda ¿no?
—¡Si! ¡Arrrgghhh! —Gritó la tripulación.
—Esperad un momento —pidió Lula— que les he escuchado hablar que van a por los tesoros Marroquíes. Y hay alguien más que ahora va a por ellos.
—Pues eso que… el tesoro es el más codiciado de Eurasia.
—Si… El problema es quien va. En Portugal he oído hablar sobre un galeón francés, el más temido y más buscado del continente. “Le Dralion Noir”.
—Pues dese no sabíamos nada—Decía Merluzas, quien no se había dado cuenta de que Boquerones, Braba-jan y Barba Larga no podían ni cerrar la boca. Boquerones se acercó a Lula y la agarró del brazo, muy enfadado.
—¿Y cómo se llama su capitán?
—Alexander Delatroix.

La situación era tensa en la Castellana. Lula estaba en la celda, la tripulación callada y los oficiales y Boquerones encerrados en el camarote del capitán. La única explicación es que este sería el que había asesinado a su gran amigo, López Cotillas. Y además iban con el mismo destino. Sería la hora de cobrar venganza.
— Tripulación. Viajaremos rumbo a Cádiz, donde un contacto nos ayudara con artillería y a la reparación del navío. Se le perdonará temporalmente la vida a la polizonta, pues de algo nos podría servir. — Decía el contramaestre.

Tras algunos días arribaron. El tiempo era bueno, las provisiones seguían sobradas, y la encarcelada ya era conocida como “Lula Polizonta”. Llegaron a una casita con un pequeño muelle, donde Barba Larga bajó a tocar la puerta. Una señora ya de edad, aunque bien conservada le abrió, le abrazó y le beso en ambas mejillas varias veces, sonrojándolo un poco.
—¡Sobrino! Que milagro de visita.
—Hombre, tía Chabe, pues como olvidarla.
—¿Qué se te ofrece?
—Pues verá. Digamos que vamos a por un tesoro, pero un barco enemigo también, y el nuestro esta que se cae en pedazos. ¿Podéis alojarnos mientras lo reparamos, y conseguidnos algo desa artillería que traía el abuelo de los moros?
—Ay, pues claro, como no. Con tantos tesoros que habéis mandao, pues es lo menos.

A lo largo de la semana se hicieron las reparaciones. Se reincorporaron los cañones y se llenó la bodega de pólvora. Tía Chabe hacía torrijas para todos para dar ánimos, aunque abofeteaba de vez en cuando a los malhablados. Boquerones mientras le sacaba información a Lula.
—Has de cumplir con tu parte. Decís que el Dragón Negro es el navío más temido del continente. —Algo en la expresión de Boquerones reflejaba que no le importaba tanto más el saberlo como el mirar aquellos ojos.
—Pues dicen por ahí que han vaciado la Toscana, que han derrotado a las tropas turcas en el puerto de Kusadasi, y que han conseguido gran parte del tesoro de Moctezuma. Incluso han atacado a las naos de Manila y China para sacarles el oro del Perú.
—Ah… Pues deben ser de cuidado. —Afirmó con algo de sarcasmo.
—¿Qué no te enteras? Estos tíos son la peor escoria de Europa. Han reclutado no sólo franceses, también italianos, ingleses, holandeses, turcos, creo hasta españoles.
—¡Que va! Sin la bendición del reinado de Castilla no podrán contra nosotros. —Boquerones se retiró algo preocupado.

Las reparaciones culminaron, y la tripulación se preparó para partir. Le sacaron una o dos lágrimas a tía Chabe, que repartía bendiciones a los que podía.
—Sobrino, que te he de decir. Sois los pillos más majos que haya visto. Que San Telmo os guíe en vuestro andar.
—Gracias tía Chabe.
—Oigan, ¿Y ya tenéis la llave del tesoro ese que decís?
—Tía, que estos nunca llevan llave.
—Ahh, pues yo sólo decía. Que deberían echar llave, si fuesen los tesoros más codiciados de Europa.

Para llegar debían tomar la ruta que les llevara a cruzar Gibraltar, aunque tenían la opción de entrar por tierra en Tánger. Pero no creían conveniente cruzar andando por el desierto (el paje Don Fernando decía que a base de vino todo era posible, pero el capitán prefería no perder el tiempo).

Se acercaron a Gibraltar cuando un galeón surco a estribor a toda marcha. Tenía también velas negras, aunque más rasgadas, y la silueta de un dragón en su bandera.
—¡Es el Dragón Negro! — Gritaba Merluzas, tras haberse documentado un poco. —¡Preparad las armas! ¡Coged los fusiles!
La conmoción provoco que todos se empinaran alguna botella. Boquerones, Barba-jan y Barba Larga estaban por saciar su sed de venganza. Lula alcanzaba a ver por una ventanilla que las cosas se pondrían feas.
La Castellana viró un poco a encontrarse con el Dragón Negro, y comenzaron los cañonazos. El Dragón Negro no tardó en responder. Ambas naves se acercaron a estar en paralelo, y la tripulación de la Castellana empezó con los cantos de abordaje:
—La Virgen María es nuestra protectora. ¡Guerra, guerra contra lucifer!
La tripulación del Dragón Negro asomó para el encuentro, y en medio el capitán Alexander Delatroix. Era un hombre de gran porte, con largas barbas trenzadas, muchas argollas, cabellos negros largos y ojos que parecían ser rojos. Tenía un fénix tatuado en una mano.
—No puede ser. —Decía Barba-jan.
—Bonjour, mis viejos colegas. —Decía Delatroix.
Alexander Delatroix no era ni más ni menos que José López Cotillas, quien había sido compañero de juerga durante tanto tiempo de Boquerones, Barba-jan y Barba Larga.
De entre su tripulación, pudieron reconocer a otros pillos del barrio. Nestor Tapioca, de cabellos largos y mirada perdida por su ojo de vidrio, Billy Barracuda, con una cresta estilo bárbaro y argollas en las narices, y Trincheras Vega, cuyos dientes de oro eran difíciles de olvidar. El oficial al mando era el famoso alemán Jürgen Von Bambi, que según las leyendas, había encontrado una tierra de sirenas, pero que una desconocida maldición le había obligado a nunca más regresar. Portaba patillas abultadas y un mechón de cabellos claros surcaba de entre su cabellera negra como el carbón.
—Cotillas, que esta bueno el cachondeo pero no nos cabrées eh. —Le decía Boquerones
—Chaval, que aquí vosotros sois unos pringaos. Mi tripulación duplica a la vuestra, no hay forma de vencernos.
—Pues eso lo veremos, cojonudo. ¡Al abordaje!
—¡Ahrrrggg! Grito la tripulación.
Menudo follón que se armó. En efecto eran más del Dragón Negro, pero la furia de los de la Castellana, sumada a las cantidades de vino ingeridas en los últimos minutos, parecían imparables.
Chas se le aventó por las estachas y con su mazo a Trincheras Vega, mientras Barba-jan se batía a golpes y espadazos con Nestor Tapioca. Manoletuerto y el Pijo caían a la mar por un barril arrojado por Von Bambi, al tiempo que una explosión liberaba a Lula de su celda. Boquerones saltó el cuerpo de Don Fernando y de un holandés enemigo para encontrarse con la espada de Delatroix, pero otra explosión evito el encuentro. Iñaki era pescado por un changuillo y Billy Barracuda sacaba un cuchillo para combatir la cimitarra de Barba Larga. Eugenio Morcillas, Euclides Pinolargo y Joe-joe estaban heridos, y Delatroix fácilmente los tiró a la mar. Lula ya había tomado la espada de algún muerto cuando Merluzas cantó la retirada. La Castellana se estaba hundiendo. El Dragón Negro siguió hacia Ceuta con algunas perdidas.

La Castellana con trabajos llegó al islote más próximo. Quedaban sólo unos doce tripulantes, con raspallones, moraduras y heridas. Boquerones lloraba la derrota. Bajaron a tierra, a ver que en el islote, de no más de medio kilómetro de extensión, sólo había una torre que parecía abandonada. Lo preocupante era que estaban cerca de las costas africanas.
—¡La madre que me parió! —Gritaba Boquerones. —¡Que vamos a descojonar a esos hijos de puta!
—¡Ostia!
—Pero que mala leche.
—¡Chorizo!
Todos lamentaban la derrota. La Castellana no estaba ni para intentar salir del islote. Lula se limpiaba las heridas cuando vio a una niña salir de la torre, quien se acercó a ellos y les preguntó.
—¿Qué les trae a Perejil?
—¡La madre!
Barba-jan, que había recobrado algo de compostura, se acercó a contestarle.
—Íbamos a por los tesoros Marroquíes de Ceuta y Melilla, pero nos han vencido unos…
—¡Unos hijos de puta! —Gritaba Boquerones, sollozando. José Mari Bota-floja le pasaba un pañuelo y una garrafa de ron para tranquilizarlo.
—Los tesoros Marroquíes. ¿Pero vos tenéis la llave? —Pregunto la niña de la torre.
—¿La llave?
—Claro. ¿Qué no sabéis nada sobre el tesoro?
—Pues tenemos el mapa.
—Mmmhh… Los tesoros no son Marroquíes. Hace algunos años, cuando Henry Morgan tuvo que abandonar la piratería, dejó sus más preciados tesoros escondidos en donde vuestro mapa dice. Pero le echo llave, pues lo trabajoso sería conseguirla.
—¿Y cómo carajos se consigue?
—Morgan maldijo la llave, dejándola en una isla que según los griegos era protegida por Ortro, un gran perro de dos cabezas, la isla de Eritia.
—Eritia… ¿Y donde es eso? —Todos prestaban mucha atención a la historia.
—Eritia era una isla que se encontraba al final del mediterráneo, donde Hércules había de vencer a Gerión y al pastor Euritión, para llevarse a sus bueyes. Sin embargo, Ortro sobrevivió, haciendo que la isla sea imposible de pertenecer a algún país, ya que cada que fue conquistada, Ortro los eliminaba. Con el tiempo, los árabes llamaron a la isla “Turah”, y los españoles “Perejil”.
Todos quedaron pasmados. Delatroix no conseguiría nada del tesoro sin aquella llave. Boquerones se levanto de inmediato.
—Niña, ¿Y donde está el monstruo?

Al caer la noche, los tripulantes sobrevivientes bajaron una cuesta cargando antorchas, y avanzaron unos doscientos metros, cuando encontraron una cueva en la que se adentraron.
—La niña de la torre dijo que estaría en un cofre detrás del monstruo. Si pudiésemos no despertadle…—Un rugido se escucho frente de ellos.
—¡Demasiado tarde!
Los tripulantes sobrevivientes corrieron, tratando de evitar al monstruo. Sus cabezas parecían poder atacar a todos al mismo tiempo. Lula alcanzó a ver el cofre.
—¡Ahí está!
—Tomadla quien pueda y huid por vuestras vidas.
—La tengo capi—Gritaba Merluzas, que por su tamaño se había podido escabullir entre las fauces del monstruo. Le lanzaron las antorchas para distraerlo y huyeron.
Salieron todos sorpresivamente ilesos del recinto, pero la aventura no había terminado. Debían arrojar la llave a la mar. Abrieron el cofre y la admiraron, cuando unos quince rufianes aparecieron de entre la maleza.
—¡Bb-bboqckeronesssss! —Gritó Delatroix. —¡Entregadme la llave ahora!
—Cotillas, que te he dicho que ese atuendo te hace un culo galletero. Joder, ¡venid a por él!
—Me habéis enfadao. No me cabrées más tío, que aunque colega te juro que te mato.
—Hombre, ¡pues qué estáis esperando!
Delatroix se enfado aún más. Sacó su espada y se aventó al combate junto con sus secuaces. Merluzas tomó el cofre y emprendió la huida cuando tropezó. El cofre cayó a un pequeño acantilado. Merluzas se levantó pero Billy Barracuda fue a su encuentro, y nadie rescató el cofre. Boquerones de reojo vió lo sucedido, pero estaba blandiendo su espada contra su antiguo colega.
—Iñaki, ¡Tomad la llave!
Iñaki voló a buscar el cofre para encontrarlo abierto, sin la llave.

¿Y quién creeis que ha tomado la llave?
No olvideis comentar vuestras teorías...
y el final lo podreis encontrar la semana
que entra, en este mismo blog.
o-o¬

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo creo k fue Josemari Botafloja, en un intento desesperado por tener mayor importancia en la historia