lunes, noviembre 05, 2007

CUATROJOS

La señora caminaba cada vez más rápido. Cuatro tipos la venían siguiendo por las oscuras calles de la Doctores. La señora intentó escabullirse en un callejón, pero otros tres aparecieron al frente. La rodearon. La señora empezó a gritar hasta que uno de ellos le tapó la boca.
— Te callas o te mueres…—Pero sus risas no duraron mucho.
Una figura los había estado siguiendo por las azoteas. De la nada cayó sobre uno de ellos, tirándolo al suelo y dejándolo inconsciente.
La señora se logró soltar e intentó huir, pero otros le taparon la salida. La figura que cayó se levantó.
— Déjenla. — Algo cubría sus ojos, reflejando las luces del callejón.
— ¿Y que nos vas a hacer, chamaquito?
Los tipos se abalanzaron contra él, pero no pudieron hacerle daño. Golpeó a los maleantes uno a uno. Uno de ellos tomó un palo e intentó pegarle, pero la figura era muy rápida. Le quitó el palo, y con éste se encargo de tumbar a los demás.
Al final solo quedaba en pie el que había tapado la boca de la señora. Viendo lo sucedido, huyó. La señora volteó a ver a la figura. Usaba un traje café con rombos, botas y guantes naranjas. Un antifaz cubría parte de su cara, y su pelo despeinado caía sobre su frente.
— G-gracias… ¿Cuál es su nombre?
— Cuatrojos…— Y me fui sin decir más.


Era algún punto de Diciembre. Los encabezados de los periódicos decían que todo estaba bien, y halagaban las labores del Presidente Hidalgo, quien prefería no salir al público y solo mandar a su vocero, el Senador Gómez, a hacer sus declaraciones. Pero eso no era cierto. Sabíamos que había habido ataques de bombas en el Parque Delta, Pabellón Polanco y Galerías Insurgentes, atribuidos al “Sangriento”. La gente tenía pánico. Nadie se atrevía a acercarse al centro más allá del Viaducto, ahora llamado “la frontera del terror”. Los eventos culturales fueron cancelados tras los disturbios en el Auditorio Nacional, que terminaron con docenas de víctimas. Estaba fuera de control.

Yo estaba en exámenes finales. Sabía que no me había ido muy bien en Física, pero eso no justificó lo sucedido. Vi mi calificación y fui a la revisión. Mi maestro, el Dr. Flandés, no se veía de buen humor.
— Estas todo el semestre sentado hasta atrás. Sin hablar con nadie. Sin esforzarte. Nunca conocerás el reconocimiento. No vas a ser nadie en la vida…
No recuerdo que tanto más dijo, o no quiero recordarlo. Entonces fue cuando tomé la decisión.

No tenía amigos, no me iba muy bien en la escuela, no tenía nada que perder. Mi familia estaba muy ocupada tratando de subsistir, tras el injusto despido de mi papá. Y mi ciudad poco a poco estaba peor.

No tenía superpoderes. Solo tenía la voluntad de hacer lo correcto.




El padrecito de la Tele salio hablando de las explosiones en Centro Santa Fe. Describió al Sangriento como un sujeto con gabardina café, sombrero, y una máscara de luchador negra con una sonrisa roja.
Siendo mi nuevo objetivo, estuve investigando en Internet sobre éste, a ver si existía una forma de localizarlo, o de saber donde sería su próximo ataque. Encontré un sitio donde un “webmaster” había conseguido que la gente pudiera subir las noticias reales, llamado “Los Justicieros”. Ya habían varias noticias de que un enmascarado había evitado algunos crímenes menores cerca de la “frontera del terror”.




Enero 20, 2007. A las 4 de la tarde explotan las primeras bombas, y se escuchan los primeros balazos. La gente corre despavorida, tratando de salir de Perisur. El elevador explota. Hay cientos de heridos.
Un hombre camina disparando al aire. El Sangriento.
— El que se mueva, se muere.
La gente se queda en el suelo, inmóvil. Alrededor de 20 sujetos con máscaras entraron a los bancos a vaciarlos. La policía no hace nada al respecto, pues temen que haya más víctimas.
El Sangriento se distrae cuando cae una banca desde el segundo piso, muy cerca de él. Cuando voltea, es atacado.
— ¡Huyan!
La gente corre hacia las salidas. El Sangriento trata de recuperar su pistola, pero Cuatrojos la patea. Comparten algunos golpes, hasta que el Sangriento termina en el suelo. Pero los demás enmascarados llegan a asistir a su líder, y Cuatrojos se arroja a una tienda a cubrirse de las balas. Aunque ya no hay rehenes, la policía sigue sin entrar.
— Sangriento, tenemos que largarnos.
— Adelántense. Dejen mato a este cabrón.
El Sangriento toma varias armas y se dirige a donde Cuatrojos se esconde. Empieza a disparar.
— ¡Sal de ahí hijo de tu chingada madre! ¡Nadie se atreve a tocarme!
El Cuatrojos sale corriendo, cargando una mesa de metal donde rebotan las balas. Se avienta detrás de otra pared. Sangriento cambia de arma y camina sigilosamente. Apunta a donde Cuatrojos se había lanzado, pero no hay nadie. Se escuchan sirenas. Tira la pistola y se va.




Y el evento no apareció en las noticias. Pero no es lo único que no tuvo sentido. ¿Por qué la policía no hizo nada? Era casi como si los estaban ayudando. Empecé a sospechar que el gobierno, o alguien, apoyaba las acciones del Sangriento. Lo iba pensando mientras manejaba por Universidad, cuando gente empezó a correr despavorida. Algo pasaba en el metro. Dejé el coche donde pude y me puse el antifaz.

Un sujeto había sido asesinado, pero de una forma poco común. El asesino había disparado Nitrógeno para congelarlo. Estaba en el suelo, hecho pedazos. Cuando sucedió, la gente empezó a gritar, y el asesino empezó a disparar sin compasión a los testigos.

Tenía un traje azul con blanco, y cargaba un tanque a su espalda, de donde salían mangueras hacia sus brazos, de donde disparaba. El sujeto abordó el metro. Corrí lo más rápido que pude y con trabajos entre. Se dio cuenta de que lo seguía, y volteó a atacarme.


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